lunes, 12 de julio de 2010

El sueño de Atzegi

Hace 50 años un grupo de padres imaginó un futuro mejor para sus hijos con discapacidad intelectual. Ésta es la vida de Sara, Mikel y José Ignacio

fuente: diariovasco.com


Aquel 28 de diciembre de 1960, Gipuzkoa se acostó con el agua al cuello. La portada del periódico del día siguiente lo mismo daba cuenta de las inundaciones en varios municipios que hacía hueco a la luna de miel de los Reyes de Bélgica, Balduino y Fabiola, recién aterrizados en Sevilla. En páginas interiores, el éxito de la película de Marisol, 'Un rayo de Luz', se ganaba unas cuantas líneas junto al resumen de las bromas «algo pasadas de moda» que había deparado el Día de los Inocentes. Esa misma tarde, mientras unos achicaban agua y otros soportaban las payasadas de algunos más, un grupo de padres se reunía en un domicilio particular de Donostia con un solo sueño en mente: lograr un futuro mejor para sus hijos con discapacidad intelectual.
El día del nacimiento de la Asociación Guipuzcoana Pro Subnormales, hoy rebautizada como Atzegi, no fue un capricho del calendario. Al contrario. Los fundadores quisieron reivindicar con esa fecha la inocencia de sus hijos, a quienes el desconocimiento de una sociedad hermética les había condenado a sentirse culpables de su propia existencia. Fue en aquel verano atribulado cuando varios padres decidieron rebelarse contra aquel destino impuesto, entre ellos, Josetxo Eguia o Iñaki Lasa, de quien se guardan testimonios hoy afortunadamente caducos. «Nos decían que nuestro hijo era fruto del pecado. Mi hijo tenía que estar en casa, casi recluido y le pusimos una profesora. Pero yo no me resignaba a que permaneciera durante toda su vida como un apestado. ¡Si supieran lo majo que es!, pensaba desesperado». Sin presente y sobre todo sin futuro, los chavales que mejor suerte corrieron fueron atendidos por sus familias en casa, a salvo de las miradas ajenas. Otros fueron abandonados o directamente internados en psiquiátricos.
La llegada de la asociación en 1960 supuso un balón de oxígeno para todos ellos. Y aunque los cambios no se lograron de la noche a la mañana, el simple hecho de levantar el dedo para reclamar un sitio en la sociedad fue el primer paso de ese futuro que dejó de escribirse en solitario. Los siguientes años fueron tiempos de descubrimientos, cuentan desde Atzegi. La marginación se transformó en impulso; el rechazo, en colaboración, y las necesidades, en servicios.

La donostiarra Leopoldina Sanchón fue testigo de cómo ese mundo mejor se construyó a base «de lucha, de tocar muchas puertas y volver a tocarlas». José Ignacio, el segundo de sus cuatro hijos, sufrió una encefalitis a los tres meses que le dejó graves secuelas. Hoy, a sus cincuenta años recién cumplidos, vive de forma independiente en Donostia en un piso tutelado por Atze-gi, junto a otros cuatro compañeros. Es el sueño hecho realidad de su madre, que mira hacia adelante «mucho más tranquila porque el día de mañana Ignacio seguirá teniendo una familia, aunque yo ya no esté», afirma sin temblarle la voz.
Familias como la de José Ignacio abrieron el camino a otras, y así sucesivamente. «En la asociación siempre decimos a los nuevos padres que si las cosas cambian, cambiarán por ellos, por sus experiencias», afirma Mitxel Lakunza, de A-tzegi. De las 200 familias que compusieron el primer grupo de 1960, la asociación ha engordado hasta las 2.000 personas con discapacidad, a las que hay que sumar 2.800 colaboradores y otros 8.300 atzegizales, personas que han querido demostrar su compromiso para seguir imaginando un futuro mejor.

Una lección cada día
Mikel Fiz, irundarra de 26 años, ejemplifica cómo ese esfuerzo colectivo ha favorecido una realidad sin exclusión. Fue uno de los primeros menores en estudiar en un colegio normalizado. Cuando terminó Secundaria, se inscribió en los talleres de formación de Atzegi y empezó a trabajar a los 20 años, «mucho antes que mis amigos», especifica, con los que queda en el local, sale y disfruta, como cualquier joven de su edad. Hace tres años fue contratado en la cafetería del Aulario de la UPV, un reto más que ha superado con buena nota. «Desde que nació nos ha dado muchas lecciones -admite su hermana Ainhoa-. Hoy es el día en que todavía nos sorprende con su afán de superación».

Sara Monedero es uno de los eslabones más jóvenes de la cadena de Atzegi. Tiene siete años y toda la vida por delante. Le encanta bailar, posar para las fotos, reír, jugar con su hermana Nora... Cuando sus padres, Eva e Iñaki, le quisieron apuntar este verano a un taller de baile en la escuela de Mari Carmen Garmendia, recibieron uno de esos impulsos cotidianos que prueban que el sueño de aquel grupo de precursores no fue en balde.
- Un cosita -terció Eva al teléfono, acostumbrada a tener que dar toda clase de explicaciones-. Sara tiene síndrome de Down.
- ¿Y? -zanjaron con absoluta normalidad al otro lado de la línea-. Le gusta bailar, ¿no? Entonces, no hay ningún problema.

viernes, 9 de julio de 2010

Destacamos una entrevista a Robet L. Schalock

Robert L. Schalock es co-autor del nuevo manual sobre definicones en torno a la Discapacdad Inteectual.